Seguimos con la segunda parte de la boda de mis cuñados. ¿0s acordáis? Nos quedamos en su ceremonia religiosa. A su salida, casi 300 invitados les esperábamos en la puerta, con los puños llenos de arroz, una traca y un par de cervezas con las que hicieron su primer brindis agradeciendo nuestra asistencia.

Tras la misa, todos nos dirigimos a la masía San Antonio de Poyo de Catering Cinco, donde The Taller Valencia se encargó de la decoración floral y Somos gente de bien de la música. Para la deco, se intercambiaron manteles lisos y estampados con servilletas en tono mostaza, hilo conductor de la boda. Los centros recordaban al propio ramo de la novia, de estilo silvestre y desenfadado. En la comida, los novios dieron dos ramos, uno a la hermana del novio y otro a la prima de la novia. Prepararon detallitos como baberos para los futuros o recientes papis, ilustraciones hechas a mano por una amiga de la novia para las parejas casaderas y alguna cosilla más. En la fiesta, las invitadas podían cambiarse los tacones por unas alpargatas planas de Bodas Secret. 

A partir de la comida, Carla se quitó la cola, se cambió los zapatos por unas cuñas de vichy beige de Loovshoes y convirtió su moño bajo en un semirrecogido.

Para el primer baile, tenían claro que no seguirían ningún tipo de protocolo, prepararon una sorpresa para sus amigos de la parroquia con una canción que suelen cantar allí. La interpretaba el grupo Cóctel Dúo en directo, una pareja de músicos que nos acompañó durante la primera hora de la fiesta tocando temas conocidos de los años 2000-2010. Tras esa horita, pasamos a la discoteca a cargo de Somos gente de bien. Cerrábamos el día con una recena estilo barbacoa de Catering Cinco.

Como ya sabéis, todas las fotografías son obra de Por parte de la novia.